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Los Tres Días en el Templo

Si el muchacho no resultaba fácilmente intimidado y perseveraba en su propósito, era colocado al lado de los que esperaban, más para guardar las apariencias ante el pueblo que por otra razón más profunda. El muchacho tenía que esperar hasta cierta hora de la noche en que se le interrogaba expresamente y se daban explicaciones a las preguntas más sutiles. – Los Tres Días en el Templo, Capítulo 1, Párrafo 13

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