El Sol Espiritual |
El reloj, imagen alegórica del Sol [1.3.1] Habéis elegido un reloj. Muy bien, porque el ejemplo es mejor de lo que os podéis imaginar; también Yo lo habría escogido. A ver si con él avanzamos un paso más. [1.3.2] Si examináis un reloj veréis mucha materia elaborada, un mecanismo bien estudiado con ruedas dentadas que engranan unas con otras, y todo el mecanismo propulsado por un muelle elástico que lo hace funcionar. Si analizamos el reloj más detalladamente, descubriremos en él muchas piezas pequeñas. Todo el conjunto está bien calculado y cada pieza tiene su función. [1.3.3] Ya que hemos visto el mecanismo interior, examinemos ahora su forma externa. Vemos un cuadrante plano y un par de simples agujas que nos indican qué hora es. Resulta evidente que el tiempo que indican ha de ser algo que todo lo abarque y lo penetre. Nadie puede decir: “El tiempo es algo que no me incumbe”, porque cada vez que alguien hace algo, lo hace en el centro del tiempo». «¿Por qué precisamente en el centro del tiempo?», preguntan los visitantes. «El mismo reloj os lo demuestra», continúa el Señor. «Las agujas están sujetas en el centro del cuadrante y sus puntas describen un círculo perfecto. Como desde el centro hasta la punta son de materia, cada una de sus partículas describe incontables círculos cuyo diámetro depende de su distancia al centro. Por lo que el conjunto de círculos que empieza donde las agujas están montadas, en el centro del eje, cubre toda la superficie del cuadrante. Finalmente, el tiempo marcado por el conjunto de círculos los engloba a todos como en un círculo infinitamente grande. [1.3.4] Pero volvamos al mecanismo interior del reloj. Vemos dos placas principales unidas mediante algunos soportes cilíndricos, y una gran cantidad de espigas, barritas, ganchos y tornillos. Os digo que hasta en estas piezas inmóviles se encuentra ya, discretamente, la finalidad del aparato. [1.3.5] Si continuamos examinándolo, veremos movimientos diferentes en las ruedas dentadas. Lo que primero llama la atención es el volante en movimiento y la primera rueda con la que está en contacto. El volante se encuentra todavía muy lejos de la finalidad del reloj pues no llega a describir un círculo completo: continuamente es impulsado a oscilar en un sentido y después en el contrario; no avanza pese a que es la pieza que más rápidamente se mueve. La rueda siguiente, obviamente dominada por el volante, espera el vaivén y aprovecha cada oscilación para dar un paso más en el círculo que describe. También se mueve con bastante rapidez y ya describe un círculo. El movimiento de la rueda siguiente es más uniforme, pues describe su círculo con más lentitud; igualmente está ya algo más cerca de la finalidad del reloj. La rueda que le sigue se mueve bastante más despacio y está en contacto con la de la finalidad. La última rueda está unida a la finalidad y la expresa. [1.3.6] Precisamente allí donde la finalidad ya se evidencia en el mecanismo, aunque sea discretamente, sale desde el centro del mismo un pivote en el que están montadas las agujas, que se levanta un poco por encima del cuadrante. Estas agujas, en toda su simplicidad, expresan la finalidad del ingenioso mecanismo. [1.3.7] ¿Veis ya a dónde queremos ir a parar? Pues a que todo aquello que está formado por componentes diversos, de los que ni el más sencillo debe faltar, ya implica la unidad de los mismos para un fin determinado. [1.3.8] Acordaos ahora del Sol natural, ese reloj enorme que parece de oro, ¡un cronómetro para medir tiempos inimaginables para vosotros! Habéis visto su peculiar mecanismo, y habéis conjeturado que también su muelle es mi Amor, motor vivo y todopoderoso, un muelle que propulsa esta gran obra colocada entre dos placas enormes que se llaman eternidad e infinitud. Habéis visto sus incontables componentes, pero no podéis deducir sólo a partir de ellos cual es su finalidad, al igual que nadie puede saber las horas que pasan si únicamente se fija en los distintos movimientos de las diversas ruedas y no mira el cuadrante». A estas alturas los visitantes preguntan al Señor: «En ese gigantesco y complicado mecanismo que es el Sol, ¿cómo llegamos al “pivote central” del reloj solar, el cual deja lo material atrás y nos lleva, más allá del “gran cuadrante”, a su gran finalidad?». «Nada más fácil puesto que conocéis, más o menos, los componentes de esta obra maestra. Ya que escogimos el ejemplo del reloj, veamos cómo se llega en él desde el mecanismo a la finalidad. [1.3.9] Quien alguna vez haya estudiado un reloj minuciosamente se habrá dado cuenta que hay tres piezas que tienen un movimiento más o menos uniforme. La primera es la rueda capsular que contiene el muelle motor. La segunda, la rueda principal de transmisión, propulsada por la rueda capsular, la del muelle. La tercera, colocada sobre el pivote, es la rueda central que hace girar las agujas sobre el cuadrante. [1.3.10] Si desde el interior del reloj queremos pasar al cuadrante y más allá, tenemos que saber antes a qué corresponden estas tres ruedas. ¿Quién no verá que la rueda con el muelle encapsulado corresponde al Amor, es decir, que el muelle mismo es el Amor encapsulado que anima toda la obra desde el interior? Se ve que el Amor es la base fundamental de la finalidad de la obra. [1.3.11] ¿Y a qué corresponde la segunda rueda, la que sigue a la del muelle y empalma con ella? Corresponde a la Sabiduría que recibe su vida del Amor, por lo que está en íntima unión con él. ¿A qué corresponde la rueda principal, la colocada sobre el pivote? Corresponde al Orden eterno vivo que surge de las dos ruedas anteriores y que se ocupa de que todos los componentes de la obra se organicen de tal forma que, finalmente, todo contribuya al logro de la finalidad que se manifiesta en este Orden surgido del Amor y la Sabiduría. He aquí que ya hemos llegado al punto clave, porque hemos dado con la rueda del pivote central que se llama Orden. Continuemos con el pivote para averiguar cuál es la gran finalidad de las cosas y para ver cómo se manifiesta dicha finalidad, absolutamente acorde con el Amor eterno, con la Sabiduría eterna y con el Orden que surge de ambas. [1.3.12] Como con el ejemplo hemos logrado nuestro propósito, nos encontramos ya en el Sol espiritual sin que os hayáis dado cuenta y sin saber cómo. Sólo hace falta que recordéis los ejemplos citados, desde el de los árboles y los frutos hasta el del reloj, y con ellos, recorremos ya el Sol espiritual sin que lo hayáis advertido y aunque todavía estéis esperando que entremos en él. Así es como hemos llegado al cuadrante». [1.3.13] «¿Cómo es eso?», preguntan los visitantes, «¡todo nos parece muy oscuro!». «Os digo que allí donde se muestra el significado de las cosas, aunque sea más bien en términos generales que en detalle, donde se muestra de qué manera todo llega a unificarse, donde incluso se muestra esta unificación mediante ejemplos ilustrados, allí no brilla ya el Sol natural sino el espiritual. Sigamos y muy pronto os quedará claro que estamos en el Sol espiritual. [1.3.14] Cuando alguien tiene una antorcha en la mano sabe para qué sirve. ¡Que la utilice si todavía anda en la oscuridad! También nosotros tenemos una antorcha en la mano: los ejemplos que hemos visto. Sólo hace falta que la encendamos con una chispa de Amor, y el cuadrante del Sol espiritual quedará de inmediato perfectamente iluminado con su Luz majestuosa». |
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