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Obispo Martín

A eso el obispo se levantó con todos sus ornamentos episcopales, como antes cuando todavía vivía en la Tierra, y abrió los ojos. Perplejo miró alrededor pero, aparte de sí mismo, no pudo ver a nadie, ni tampoco al ángel que le había despertado. El suelo parecía cubierto de musgo bastante seco y todo estaba sumido en una luz escasa, como al anochecer. – Obispo Martín, Capítulo 1, Párrafo 9

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