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Carta a Laodicea

Al mismo tiempo orad también por mí, para que el Señor siempre quiera abrirme sus puertas hacia la Palabra viva y pueda siempre hablar ante vosotros y todos los hermanos en Cristo sobre Su gran Secreto y sobre Su Reino; porque también estoy todavía atado al mundo y soy un hombre muy corriente que sólo puede profetizar cuando el Señor abre la puerta de su Gracia. – Carta a Laodicea, Capítulo 3, Párrafo 38

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