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Carta a Laodicea

Pablo pide que destruyan el nuevo templo, eliminen el día feriado, destituyan al falso obispo y sus siervos y que regresen a la adoración en el espíritu.

[3.13] Pero si queréis una casa completamente agradable a Dios en medio de vosotros, entonces ¡construid un hospital para enfermos, los que sufren, lisiados, ciegos y sordos, y una casa para viudas y huérfanos, y una para los extranjeros accidentados, sin excepciones, sean quienes fueran!

[3.14] A todos estos recibidlos con alegría y compasión, y compartid todas vuestras bendiciones con ellos, así como el Señor Jesucristo lo ha hecho dos veces con nosotros, cuando Él sació con la plenitud de su Bendición a miles de hambrientos; de esta manera ofreceréis a Él, al único Santo, un servicio verdadero y agradable para vuestra propia salvación.

[3.15] Porque Él mismo lo ha recomendado cuando dijo; «¡Y lo que hacéis a los más insignificantes de estos pobres, a Mí Me lo habéis hecho!».

[3.16] ¡Si en repetidas ocasiones Él manifestó claramente que esto es el servicio agradable para Él, ¿cómo es posible que queráis uno que, ante Él, es una atrocidad, de olor nauseabundo y pestilente?!

[3.17] ¡Pero un corazón lleno de amor es el único Templo agradable y vivo para Dios, el Señor en Cristo, y éste le es mucho más querido que un mundo lleno de templos salomónicos que están muertos todos, mientras que el corazón está vivo y puede amar a Dios y a todos los hermanos! Por eso, ¡construid de nuevo este Templo en vuestro interior y en forma espiritual, y ofreced sacrificios en él vivamente al Señor todo el tiempo!

[3.18] ¡No el templo, ni la ceremonia, tampoco el sacerdote, ni el obispo; tampoco el Pablo y sus discípulos; no el judío, ni el griego, tampoco la circuncisión de los judíos o el prepucio; no el templo de Salomón, así como tampoco el no-griego, el escita (skythe), el gentil, el libre, el esclavo; ni el Sabbat (celebración del sábado), ni la luna nueva, ni el año de jubileo vale algo ante Dios, sino únicamente Cristo que es el Todo en todo!

[3.19] Por eso, ¡vestíos sólo de Cristo, como los elegidos de Dios, como Sus santos y Sus amados, a través de la Fe viva, a través del Amor, a través de la compasión cordial hacia vuestros hermanos, a través de amistad, amabilidad, humildad, mansedumbre y toda paciencia!

[3.20] En todo llevaos bien el uno con el otro, y perdonaos mutuamente de corazón lo que alguien tuviera en contra del otro, así también yo os perdonaré; y el Señor os perdonará en la medida en que vosotros os perdonáis mutuamente.

[3.21] No os enjuiciéis mutuamente al igual que los gentiles, que tienen sus juzgados propios, sino sed conciliadores y tolerantes entre vosotros, y conciliad vuestras cosas con el corazón, así, ante el Señor, haréis mejor que si cumplieseis fidedignamente todos los preceptos de Moisés que son difíciles de acordarse y, más aún, cumplirlos; porque el Señor no tiene complacencia en los preceptos de Moisés, sino sólo en un corazón puro que ama verdaderamente a Dios y al hermano.

[3.22] ¡Pero ante todo sujetaos al Amor, porque sólo Éste vale ante el Señor y es el único medio real para toda realización y toda perfección!

[3.23] ¡Que en el amor y a través del amor reine la verdadera y perfecta Paz de Dios en vuestros corazones —una Paz a la que todos vosotros sois llamados en un cuerpo en Cristo el Señor; y si agradecéis a Él, entonces agradecédselo todo el tiempo y por la eternidad en el espíritu y en la Verdad,

[3.24] pero no en un templo muerto que no vale nada ante Dios, el Señor y Dador de la Vida que es el único que mira en el corazón y su respectiva paz!

[3.25] ¡Dejad que la Palabra viva de Cristo habite entre vosotros en abundancia, en todo Amor y en toda Sabiduría verdadera y perfecta que surge del Amor! ¡Enseñándoos, amonestándoos y edificándoos los unos a los otros con todo tipo de cosas y observaciones espirituales y maravillosas,

[3.26] con salmos de Amor y otros cantos de alabanzas y canciones espirituales amorosas; pero cantad con el corazón y no hagáis bullicio vacío con la boca, así vosotros seréis más agradables al Señor que el bullicio vano de los fariseos, judíos y gentiles, que dan mucha labor a sus labios con el interés en el oro, mientras que en sus corazones están más fríos que el hielo!

[3.27] ¡Pero todo lo que hagáis —ya sea de palabra o de obra—, hacedlo en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo, y agradecedle por todo a Dios, el Padre a través de Él; porque Él es el mediador entre Dios y nosotros, pues en su Corazón vive la plenitud del Padre!

[3.28] Pero también vosotras, mujeres de Laodicea, escuchad: Así lo quiere el Señor, nuestro Dios de eternidad, que estéis verdaderamente sujetas a vuestros hombres en Cristo, el Señor; porque en el hombre vosotras tenéis la cabeza de Cristo.

[3.29] Pero vosotros, hombres, amad a vuestras mujeres con justa medida y no seáis duros con ellas; pero no exageréis con el amor hacia vuestras mujeres hasta el punto de olvidar al Señor, porque el amor al Señor tiene que ser célibe, es decir, como si no tuvierais mujer.

[3.30] Y vosotros, hijos, sed obedientes verdaderamente ante vuestros padres en todas las cosas que no están contra Cristo; porque ésta es Su Voluntad y Le es agradable.

[3.31] Pero vosotros, padres, no hagáis amargos los ánimos de vuestros hijos a través de palabras duras y maltratos, para que ellos no se vuelvan tímidos ante vosotros y se conviertan en serviles cobardes e hipócritas; porque a través del amor podéis convertir en tierno a un rebelde manifiesto, ¡pero un hipócrita y adulador es incorregible!

[3.32] También os digo a vosotros esclavos y siervos de vuestro señor: Sed obedientes a ellos en todas las cosas que no están en contra de Cristo —pero no con un servicio que simplemente agrada la vista para cortejar a vuestros señores, sino en la verdadera sencillez de vuestros corazones y en creciente temor a Dios.

[3.33] Pero, todo lo que vosotros realizáis, realizadlo así como si sirvierais a Cristo el Señor en toda fidelidad de vuestros corazones —pero no como si sirvierais a hombres. Y vendrá el día en el que también vosotros recibiréis de Él la recompensa de la Gloria.

[3.34] Pero quien de vosotros hace injusticia contra su señorío, de igual manera lo está haciendo contra el Señor; porque el Señor no mira si alguien es señor o esclavo, sino sólo a la obra y la causa por la cual se ejecuta la obra.

[3.35] Por eso, a quien hace injusticia, un día venidero el Señor también le dará el pago merecido. Vosotros podéis engañar a los hombres, pero el Señor no se deja engañar, porque ante Él siempre están abiertos vuestros corazones.

[3.36] A vosotros, señores que sois los empleadores, os digo que tengáis en cuenta que vuestros esclavos y servidores también son vuestros hermanos ante el Señor. Por eso atendedlos siempre como es justo ante el Señor! ¡Dadles el salario que les corresponde a la hora justa, y eso con amor en Cristo, y sed conscientes de que todos tenemos a un Señor en el Cielo: a Cristo, el Dios Santo por la eternidad!

[3.37] ¡No dejéis de dedicaros a la oración, y expresad vuestro agradecimiento sin cesar —pero no con los labios, sino en el espíritu y en la Verdad con la sencillez de vuestros corazones y en la devoción verdadera en el amor hacia Cristo el Señor!

[3.38] Al mismo tiempo orad también por mí, para que el Señor siempre quiera abrirme sus puertas hacia la Palabra viva y pueda siempre hablar ante vosotros y todos los hermanos en Cristo sobre Su gran Secreto y sobre Su Reino; porque también estoy todavía atado al mundo y soy un hombre muy corriente que sólo puede profetizar cuando el Señor abre la puerta de su Gracia.

[3.39] ¡Que vuestro comportamiento ante cualquiera sea sencillo y sabio, también ante aquellos que no pertenecen a nuestra comunidad, como ante los judíos y gentiles! ¡No debéis juzgar a nadie —ya sea un escita (skythe), un gentil, un judío, un griego o no-griego—, sino comportaos sabiamente según el momento y la situación!

[3.40] Que vuestras palabras, habladas a cualquiera, estén siempre sazonadas con amor y llenas de sal de la verdadera Sabiduría proveniente de Dios. De esta Sabiduría debéis sacar lo que vais a hablar con cualquiera, para que éste se entere de la gran diferencia que hay entre la Sabiduría divina y la sabiduría de los sabios del mundo.

[3.41] ¡Y ahora yo, Pablo, pienso que no he omitido nada, para que quede muy claro lo qué está entre vosotros y que es una mala hierba venenosa; sí, es un árbol venenoso altamente dañino cuya transpiración ahoga toda vida; y, con esto, ya no tengo nada más en contra de vosotros!

[3.42] Por eso, queridos hermanos, que siempre haya una ceremonia verdadera entre vosotros, una en la que vosotros, en el espíritu y la Verdad, deis la honra a Dios —que es el Padre en el Hijo—, honra que consiste en amar constantemente a Dios y por sobre todas las cosas, al Dios que mora en su Hijo Quien, por Amor, murió por todos nosotros en la cruz, para devolvernos la filiación divina que nuestros padres, desde Adán, habían perdido.

[3.43] Y yo os pido, por el amor de Dios, que traigáis, a la Iglesia de Dios viva, frutos dignos de una conversión completa y abandonando vuestro paganismo nuevo; la Iglesia de Dios que habita dentro de vosotros, pero no en templos, ni en vestimentas o cualquier ceremonia.

[3.44] ¡El Amor de Dios y la Gracia de nuestro Señor Jesucristo estén siempre con vosotros por la eternidad!

[3.45] En lo que se refiere a mi situación en Roma, sobre esto ya os informará el fiel hermano Tíquico al que os envío a vosotros y a los Colosenses que, igual que vosotros, están queriendo dejarse engañar por Satanás.

[3.46] Saludad de mi parte a todos los queridos hermanos, a Ninfas y a la comunidad fiel a su casa; porque yo le doy el testimonio que él es justo y que, como yo, siempre ora a Dios por vosotros.

[3.47] Saludad también a los Colosenses cuando vayáis donde ellos; porque hay algunos entre ellos a los que vosotros conocéis y que siempre son justos y fieles en la fe y en el amor a Dios.

[3.48] ¡Y cuando los colosenses hayan leído su carta, entonces también leedla vosotros — así como os ruego por Dios que también esta carta la deis a leer a los colosenses!

[3.49] ¡Porque a ellos esta carta les hace tanta falta como a vosotros! Pero finalmente os advierto aquí por escrito —como Tíquico os manifestará verbalmente— que esta carta debe ser leída en todas las comunidades como en la de los colosenses.

[3.50] Mi saludo con mi propia mano: ¡Recordad mi amor! ¡La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vosotros!

[3.51] Escrita en Roma a través de Tíquico y su compañero Onésimo, que ambos han sido enviados hacia vosotros y enviados hacia los colosenses.

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