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Carta a Laodicea

Pablo exhorta a no dejarse uncir voluntariamente con el antiguo yugo del espíritu de la contradicción.

[2.12] ¡Y así es la intención de aquél que se os quiere imponer como si hubiera sido convocado por el Señor y por mí, y por tanto como si hubiera sido elegido por vosotros!

[2.13] Pero aquí os digo a todos: ¡Éste tiene, dentro de sí, el espíritu del diablo y anda entre vosotros como un lobo disfrazado con piel de oveja y como un león hambriento y rugiente que afanosamente está buscando devoraros!

[2.14] Por eso, ¡quitadlo inmediatamente de su puesto, y retornad a Ninfas, cuya casa es una verdadera comunidad de Cristo!

[2.15] Porque, si todos vosotros ya habéis muerto para el mundo y sus preceptos junto a Cristo, entonces ¿por qué motivo queréis ser atrapados nuevamente con preceptos del mundo, como si aún vivierais dentro de el?

[2.16] Pero la casa de mi amado hermano Ninfas ha permanecido fiel en su libertad, así como yo se la había dado por encargo de Jesucristo, el Señor de la Eternidad.

[2.17] Ninfas ha reconocido al lobo, así como yo lo he reconocido a través del Espíritu de Dios, que está dentro de mí y que constantemente me impulsa, me lleva y me enseña en las diferentes cosas de la única Sabiduría justa ante Dios, como también de la misma manera, al hermano Ninfas.

[2.18] Por eso también os exhorto, con la fuerza de todo afán justo en Cristo el Señor, para que sin demora vayáis donde Ninfas y os volváis nuevamente una comunidad en su casa

[2.19] y no hagáis caso a aquellos que, con caras hipócritas y piadosas, os dicen: «¡No toquéis esto, no probéis aquello, no cojáis esto, y no hagáis esto o aquello!», — cosas que siempre desaparecen por sí mismas de las manos y en la que no hay nada más que un precepto humano vacío;

[2.20] sino ¡oíd más bien lo que os digo desde el Espíritu de Cristo que está en mí, para que nuevamente os volváis libres y, junto con Jesucristo, os volváis coherederos verdaderos en el Reino de Dios vivo en vosotros!

[2.21] Oh hermanos, pensad, ¿en qué os podrían servir aquellos que tienen la apariencia de sabiduría y de una religiosidad e humildad (ambas falsas e hipócritas) adoptadas por ellos mismos con malas intenciones,

[2.22] y que dicen: «Si miras a una mujer, entonces ya has pecado; si comes alimentos impuros, prohibidos por Moisés, entonces estás impuro todo el día; y si tocas a un gentil y hablas con él más de tres palabras, entonces tendrás que confesárselo al sacerdote del templo para que te purifique ante Dios»,

[2.23] pero que en verdad están llenos de inmundicia y llenos de avaricia y fornicación, y que comercian con todos los gentiles en forma secreta y hacen todo lo posible para que nada les pueda malograr la amistad oculta que tienen con ellos?

[2.24] Pero os digo: ¡El cuerpo —así como el espíritu— precisa de lo suyo, dado que tiene sus necesidades incluso la de la evacuación! Por eso también debéis darle en la justa medida lo que Dios ha determinado para el cuerpo, y debéis consumir lo que ofrece el mercado, porque el cuerpo necesita su cuidado, así como el espíritu su libertad. Por eso, ¡sed libres y no esclavos de los ciegos necios del mundo!

[2.25] ¡Pero, ¿de qué mérito puede hablar alguien de sí mismo que ha hecho ayunar al estómago, pero que su corazón está colmado de malos pensamientos, deseos y apasionamientos?!

[2.26] ¿No sería mucho más sensato ayunar en el corazón que en el estómago? —¡¿Cómo podéis ser tan necios y permitir que os hagan creer que al Señor le es más agradable alguien que come un pescado conservado en aceite, o alguien que come otra carne de un animal de sangre caliente y su grasa en vez del aceite?!

[2.27] Pero os digo: ¡Comed siempre con moderación y sentido común aquello que os sabe y hace bien a la salud de vuestros cuerpos, y tomad vino con agua, así como también lo hago cuando me es posible, y no tengáis remordimientos por esto, así entonces habréis actuado correctamente también en relación a esto!

[2.28] Porque el Señor no tiene complacencia en el ayuno del estómago, pero sí, en el del corazón, por eso, ayunad día y noche en el corazón, entonces así ayunaréis en el espíritu y en la Verdad.

[2.29] Pero si queréis ayunar según la doctrina hipócrita de aquél que, ante vosotros aparenta como si ahora estuviera ya más en el Cielo y que tan sólo le queda un pie sobre la Tierra, entonces vuestro ayuno sería igual al de los gentiles que comen en sus días festivos las golosinas más refinadas, para después estar tanto más libidinosos que en un día común y corriente en que tienen su alimento diario habitual.

[2.30] Ya que ahora habéis resucitado con Cristo, ¿qué os importa lo que hay allá, abajo en el mundo? ¿Y para qué queréis cumplir con los preceptos del mundo que son obras de los hombres?

[2.31] ¡Anhelad lo que está arriba, allí en donde Cristo está sentado a la derecha del Padre, porque esto os será de mejor provecho que todas las locuras del mundo totalmente vanas!

[2.32] Si sois despertados en el Espíritu y resucitados con Cristo, entonces sois de arriba, pero no de abajo. Por eso, ¡anhelad también lo que es de arriba, pero no lo que es de abajo sobre la Tierra!

[2.33] Porque vosotros habéis muerto para el mundo, y vuestra vida está acogida con Cristo en Dios.

[2.34] ¡Pero cuando se manifieste Cristo —que ahora es vuestra vida—, entonces también vosotros seréis manifiestos con Él en la Gloria!

[2.35] Por lo tanto matad nuevamente vuestro mundo que está en muchos miembros sobre la Tierra, como los miembros de vuestro cuerpo, y con los cuales os habéis enviciado y que ahora de nuevo queréis enviciaros con la fornicación, la impureza, la concupiscencia vergonzosa, los malos apetitos, la codicia, envidia y avaricia; en todo lo que desde siempre ha consistido la idolatría de los gentiles.

[2.36] ¡Y ante todo evitad la mentira, porque ella es la hija más cercana de Satanás! ¡Despojaos del hombre viejo y vestíos con el hombre nuevo en Cristo, que será renovado para que reconozca a Aquel que le creó conforme a su propia imagen.

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