[1.0.1] El escribiente de esta obra buscaba seriamente y encontró lo que buscaba. Él rogó, y se le dio. Como llamó a la puerta correcta, se le abrió y mediante él también a todos aquellos que tienen un buen corazón y una buena voluntad. Pero a los que no buscan con su corazón sino exclusivamente con su intelecto mundano imaginario y que examinan y critican –– los que sólo llaman a la cáscara dura y muerta de la materia en vez de dirigirse al nombre vivo del Dador eterno de todas las buenas dádivas, a ellos no se les abrirá. Porque el Espíritu del Señor nunca se revela a través del intelecto de los sabios del mundo sino únicamente mediante la sencillez del corazón de aquellos que ante el mundo de los sabihondos son considerados como necios. Pero no tardará mucho y la sabiduría de los sabios del mundo colapsará ante la sinceridad de estos “necios”.
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