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El Gran Evangelio de Juan

[1.22.10] Pasemos a otro asunto: Después iré a Judea para anunciar el Reino de Dios. Tú eres prefecto de esa región. Te pido, no por Mí sino por mis discípulos, que me des un salvoconducto como los hay entre los judíos por la ley de los romanos, con el fin de que puedan pasar libremente de una ciudad a otra. Me sería fácil viajar entre legiones y sin dificultades, sin embargo, no quiero causar disgustos y me sujeto a las leyes de Roma. Por esta razón, por favor, provéeme de un salvoconducto».

[1.22.11] «Ahora mismo, querido Maestro, lo tendrás. Yo mismo lo voy a escribir y dentro de una hora te lo traeré, pues mi casa no está lejos de aquí».

[1.22.12] Nicodemo salió rápidamente, volvió después de media hora con el documento en las manos y le bendije en el corazón. Se despidió de Mí con lágrimas en los ojos, repitiendo su invitación. Yo, entre tanto, le recomendé que conservara la limpieza en el Templo, lo que también me prometió. Ya era casi de día cuando nos separamos.

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