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El Gran Evangelio de Juan

Pero Yo, Origen primario de todo Ser, por mi eterna Luz tenía que ver que el sentimiento de sublimidad en el hombre —su Luz primaria— iba agotándose cada vez más por la lucha continua, y con él la luz de la vida en los hombres. Si Yo me hubiese acercado a los hombres con la misma Perfección divina, en la cual ellos tenían su origen, no me habrían reconocido. Y si hubiese surgido de improviso, con un cuerpo humano limitado, la culpa habría sido mía si no me hubiesen reconocido. – El Gran Evangelio de Juan, Libro 1, Capítulo 1, Párrafo 24

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