Help

jakob-lorber.cc

El Gobierno de Dios

Lamek se vuelve rey

[1.30.1] Tras el crimen que Lamek ––como cabecilla de la banda de Tatahar–– en aquel bosque había cometido con sus hermanos, volvió contento a Hanoc e hizo comunicar a todo el pueblo lo que les había pasado a los hermanos audaces, Johred y su discípulo Hail. A estas noticias todo Hanoc, las demás diez ciudades y todo el pueblo que vivía fuera de las ciudades, se asustaron profundamente. Se juntaron los más justicieros de todas las ciudades y del pueblo que contaban unos tres mil, sin contar a las mujeres y los niños que se habían quedado en casa.

[1.30.2] De modo que este pequeño ejército se dirigió a Hanoc para hablar con Lamek, y su portavoz le dijo: «¿Dónde está la selva en la que ha pasado esto al joven rey y a su sabio hermano Johred? ¡Queremos inspeccionar el lugar macabro para ver si tal vez encontramos algunos restos tristes u otros indicios para que podamos convencernos de la certeza de estas noticias y llorar esta desdicha!... ¡Y luego vamos a buscar a la hiena cuyas fauces seguramente todavía estarán manchadas de sangre!... ¡Porque la estrangularemos y con nuestros palos y nuestras hondas mataremos a toda su especie para vengar a Johred y a Hail!».

[1.30.3] Y Lamek respondió: «¡Habéis tomado una decisión muy acertada! Yo mismo que ahora soy vuestro rey legal, en vuestro medio voy a hacer lo mismo, y el primero de mis siervos será nuestro indicador de camino, ¡junto con su brigada bien armada!».

[1.30.4] El pueblo se alegró de esta respuesta espontánea y complaciente, de modo que gritó: «Ved, ¡todavía vive un rey legal que también es sabio! –– ¡Que él sea nuestro rey!».

[1.30.5] Acto seguido todos se dirigieron al bosque, guiados por Lamek, donde realmente encontraron el lugar macabro manchado de sangre, y con tristeza recogieron los restos de ropa para su veneración.

[1.30.6] Una vez que habían recogido las reliquias de Johred y de Hail, abandonaron el lugar macabro y, llenos de rabia contenida, en grupos de cien penetraron aún más profundamente en el bosque para buscar a la hiena maldita. Pero no encontraron ni un solo animal, y menos aún una hiena... Por esto dijeron: «¡Seguro que esta bestia maldita ha huido a las montañas! Aunque después de Caín hasta ahora jamás un mortal haya pisado una montaña, ¡nosotros lo haremos, porque tenemos motivos fundados para ello! Ningún Dios nos lo puede tomar a mal, puesto que tenemos una causa justa contra estas bestias voraces. De modo que: ¡Valor, aunque perezcamos todos!».

[1.30.7] «Vuestras palabras son conforme a mi voluntad; por esto id y cumplid con ella», respondió Lamek. «Yo, mientras tanto, me quedaré aquí, junto con Tatahar y su brigada, todos atentos por si se presenta alguna otra bestia que se haya escapado de vuestros fuertes golpes».

[1.30.8] Todos estuvieron de acuerdo y, totalmente desacostumbrados del terreno empinado, los tres mil continuaron buscando la hiena durante tres días y tres noches. Pero como no tuvieron éxito, empezaron a cansarse y a pegar con sus palos contra una pared muy alta que les estaba cerrando el paso. Parados, empezaron a maldecir a los bosques y a las montañas... y maldijeron al Sol por haber prestado su luz a semejante crueldad.

[1.30.9] Pero el más fuerte que se llamaba Meduhed, en voz alta, se dirigió a la multitud furiosa: «¡Insensatos! –– ¿Cómo es posible que rompáis vuestros palos en una pared tan dura e invencible como esta? Cuando ahora vamos a dar la vuelta y si en el camino se nos presentan hienas, tigres leones, osos o grandes serpientes, ¿cómo os vais a defender? Si el Dios antiguo aquí delante de nosotros ya ha puesto un fin invencible a nuestra sed de venganza ciega e inútil, ¿quién sabe si en nuestro camino de vuelta nos ha puesto una contrariedad aún más fatal? Tened en cuenta que no conviene pelear con el Dios antiguo. Porque si Él viera que aquí no hay bestias suficientes para que estas nos puedan despedazar, entonces podría vivificar incluso árboles y piedras para que acaben con nosotros y nuestra estupidez por haber desobedecido, porque hemos pisado las montañas a pesar de su prohibición por parte de Caín, Hanoc y Farak el sumo sabio y justo. ¿Quién sabe si más arriba de esta pared viven seres más sublimes? Porque la tradición, aunque sea vagamente, todavía nombra algo así... Y si tal ser nos descubriera, ¿qué podríamos hacer nosotros ––unos mosquitos–– en contra de tal gigante de Dios? Por esta razón recomiendo que con toda humildad demos la vuelta, aún de día; porque desde siempre la noche fue nuestro mayor enemigo. ¡Amen!».

[1.30.10] Estas palabras hicieron que todos volvieron en sí y ya querían ponerse en el camino, cuando Meduhed se apercibió de un hombre muy grande, de pie, sobre un saliente de la pared. Se trataba de Set, un hijo de Adán y sustituto de Abel por cuya boca Yo había dado la orden a Set de que más tarde, junto con Adán y Eva, se fueran a la “Tierra de Promisión” para que allí habitasen las montañas ante las puertas del Paraíso venidero, del cual aún os hablaré más tarde, detalladamente.

[1.30.11] Este Set, como era uno de los pocos que no habían perdido la facultad de entender la lengua de todos los seres, se dirigió a la muchedumbre y dijo en voz alta: «¡Hijos ásperos de Caín el fratricida que os habéis olvidado del todo de Dios –– el Padre mío y de Adán que todavía vive, como también de sus hijos que todavía viven en estas montañas! ¿Cuál será el castigo justo de Dios que os espera por vuestra osadía de haber venido aquí a vuestra extinción segura? Oh, ralea de sierpes y comida de hienas, ¡decidme lo que queréis aquí en este lugar sagrado! ¿Qué buscáis en este lugar totalmente prohibido para vosotros? –– ¡Apartaos de aquí y volveos todos presa de las fauces del castigo que os está esperando y del que no escaparéis, a no ser que antes os enterrará esta pared, eternamente!».

[1.30.12] A eso Meduhed cayó de rodillas y, en voz alta, pidió compasión y gracia. Como Set sólo habló palabras de Mí, en seguida se llenó de mi Amor. Se dejó ablandar por los ruegos lastimeros de Meduhed y dijo:

[1.30.13] «En la cercanía del gran Dios, únicamente a ti, Meduhed, te está permitido mirar aquí arriba a mí, porque fuiste tú quien ante los ojos todovidentes de Dios impidió al pueblo su propósito malintencionado. Por eso solamente a ti te digo quién es la hiena voraz y dónde se encuentra: ¡esta bestia mil veces más sangrienta que una hiena se ha quedado en la llanura y está a la cabeza de Tatahar y su banda, y se llama Lamek!

[1.30.14] ¡Pero que nadie de vosotros se atreva a atentar contra la vida de él! –– ¡Setenta y siete veces ay del que se atreviera a adelantarse a la hora prevista de Dios! Porque semejante intervención rompería con el lazo del Amor divino y provocaría el juicio severo de la Divinidad... Con lo que caerían columnas de fuego sobre toda la Tierra que acabarían con todo el mundo... Ahora vuelve con toda esta muchedumbre e id en paz. Y no miréis la ciudad de Hanoc sino fijaos en vosotros mismos y en Dios que es un Salvador fiel de todos aquellos que le miran –– en buenos tiempos tanto como en la miseria. ¡Amén!».

[1.30.15] Acto seguido Set se volvió todo luz. Ante este fenómeno todos se espantaron de tal manera que su huida fue más bien saltando que corriendo. De esta manera llegaron a la llanura incluso antes de caer la noche.

Vista escritorio Aviso legal