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El Gobierno de Dios

[1.16.1] Desde el lugar donde se encontraba Caín, un lugar entre la tarde y la medianoche, los dos se dirigieron allí donde estaba el árbol enorme que se encontraba entre la mañana y el mediodía. Allí encontraron a los suyos que todavía estaban echados en el suelo, afligidos y llorando.

[1.16.2] Delante de ellos Abel dijo a Caín: «Aquí ves frutos en abundancia, que son los verdaderos frutos del arrepentimiento y de la tristeza. Por esto, ¡agáchate junto a ellos, sáciate y calma tu sed!».

[1.16.3] Y como Caín, voluntario, hizo caso a lo que su hermano por mi intuición le había indicado, empezó a lamentarse en voz alta y sus ojos lloraron a lágrima viva por su gran arrepentimiento.

[1.16.4] Su arrepentimiento y tristeza eran al agrado del eterno Amor, con lo que por la boca del ángel habló a Abel que también estaba hecho un mar de lágrimas, lo que también era del gran agrado de Él:

[1.16.5] «Abel, hijo lleno de la Bendición del Amor, dirígete a Adán y Eva, tus padres terrenales, enderézalos y muéstrales el árbol de la Vida al que he bendecido para vosotros todos –– para que os alimente el cuerpo y fortifique vuestro amor.

[1.16.6] Dile a Adán fortificado que enderece a sus hijos y que les dé el pan del árbol de la Vida para que fortifiquen su cuerpo y también su amor, y dile a Eva que enderece a Caín y que le lleve a Adán... y que Adán extienda la mano izquierda para apretar la mano derecha de Caín... Que Adán ponga su diestra en la cabeza de Caín... Que sople tres veces sobre él y le levante siete veces del suelo... De esta manera Caín ––si corresponde en su fidelidad–– estará preparado para recibir mi Bendición, sucesivamente.

[1.16.7] Y tú, Abel, toma la espada en tu diestra y sígueme a un lugar muy lejos de aquí, a una montaña alta en medio de un desierto extenso. Allí encontrarás una abertura. En esta mete la espada de tal manera que su punta apunte al cielo y que de los dos filos llameantes el uno esté dirigido hacia el mediodía y el otro hacia la medianoche.

[1.16.8] Después arrodíllate y da gracias a Dios hasta que la llama de la espada se apague y la espada misma se haya convertido en una zarza espinosa con moras rojas y blancas. De estas moras recoge tres de las blancas y siete de las rojas, y vuelve con los tuyos. Cuando hayas vuelto después de cuarenta días, erígeme un altar como ya lo hiciste en el paraíso, por tu propia iniciativa. Allí pon paja y las moras. Luego enciende la paja con el Fuego del Amor que Yo te voy a mandar desde lo Alto mediante un rayo poderoso.

[1.16.9] Luego coge arcilla del suelo, amásala bien y forma con ella un recipiente que por arriba sea ancho y por abajo estrecho, parecido a la forma de tu corazón. Llena este recipiente con agua pura y colócalo sobre el fogón de Jehová, encima de la llama del Amor. Y cuando el agua entre en ebullición, toma primero las moras blancas y échalas en el recipiente, y poco después haz lo mismo con las siete rojas. Cuando veas que las moras se han vuelto blandas, quita el recipiente del fuego. Después saca las moras con la mano derecha en el mismo orden en que las pusiste en el agua, es decir, primero las blancas y un poco después las rojas, y en seguida póntelas en la mano izquierda para que en esta se enfríen. Luego cómetelas en el mismo orden. Acto seguido toma el agua del recipiente en el que hayan cocido las moras de la espada y échalo sobre el fogón de Jehová... y el recipiente vacío dáselo a tu padre terrenal.

[1.16.10] Estas moras fortificarán tu sabiduría y tu amor, y el agua apaciguará el fuego del Amor. Y para Adán y sus descendientes el recipiente será un signo palpable de cómo deberían de ser sus corazones: ...cocidos en el agua de la Misericordia en la cual hayan hervido los frutos de la Justicia mediante el Fuego del Amor para servir de alimento a los hijos de la Bendición del Amor, ...y luego volverse libres para dar morada al Espíritu de la Santidad de Dios.

[1.16.11] Ahora, ¡ve y cumple minuciosamente con lo que Yo, el eterno Amor, te he mandado! Y una vez que hayas cumplido con todo, volveré a hablarte a ti y a los tuyos por boca de mi Ángel, que es un querubín. Y ahora, ¡ve y actúa!».

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