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El Gobierno de Dios

[1.13.32] Y de nuevo Adán se echó al suelo, y lloró y clamó en voz alta: «¡Señor, gran Dios todopoderoso! En la gran Gloria de tu Santidad, ¡no cierres del todo el Corazón de tu Amor y tu Misericordia ilimitados, y concédeme tan sólo la fuerza necesaria para que yo ––el más indigno–– pueda huir ante tus juicios conforme a tu santa Voluntad!... Porque todas tus criaturas te están subordinadas –– igual que yo, de pies a cabeza. Señor, ¡atiende mis ruegos!».

[1.13.33] Y ve, el eterno Amor habló a Abel por la boca del ángel, de la misma manera que Yo ahora estoy hablando a tu corazón:

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