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El Gobierno de Dios

El nacimiento de Caín y Abel

[1.11.1] Ve, en este momento el Amor desapareció de la vista de los dos creados, para volver al santo seno del Padre.

[1.11.2] Y ahora, mi escribiente malo, perezoso y duro de oído, óyeme: Tengo que decirte palabra tras palabra como a un párvulo, y aun así no me comprendes y frecuentemente me preguntas dos o tres veces a pesar de que te repito cada palabra claramente... Por esto escucha con más atención, ¡para que adelantemos más rápidamente que hasta ahora! ¡Porque dentro de poco el mundo necesitaría que esta obra de mi gran Gracia esté terminada! Deja que esto te lo diga Yo, vuestro Padre santo, cuya Naturaleza es mero Amor... ¡Y ahora continúa!...

[1.11.3] Entonces la pareja recién creada se quedó sola en toda la amplia Tierra; y apareció el ángel prometido con la espada llameante en su diestra. Al verle, los dos se asustaron sobremanera y huyeron de él, temblando de miedo hasta sus entrañas.

[1.11.4] El gran miedo de Eva aceleró el nacimiento del fruto prohibido y, con dolores, fue liberada de él –– el fruto que la serpiente mediante Adán encandilado había puesto en su regazo.

[1.11.5] Adán examinó el fruto desnudo y al ver que era parecido a él, se alegró mucho. Eva fue feliz por la alegría de Adán y apretó el fruto de su amor con fervor contra su pecho repleto.

[1.11.6] Entonces ella sintió un pinchazo en el pecho, parecido a aquel del mordisco de la serpiente... y por miedo dejó al fruto en el suelo, toda convencida de haber pecado de nuevo.

[1.11.7] Pero enseguida se presentó el ángel ante la pareja atemorizada y, con semblante amigable, dijo en voz clara:

[1.11.8] «¡No temáis al siervo de Jehová que os fue mandado desde lo Alto para que os muestre toda la Tierra y para que os llame la atención sobre las absurdidades del mundo, pero que también os castigará a vosotros y a vuestros descendientes, en caso de que os apartéis de los caminos del eterno Amor y de la infinita Santidad de Dios!

[1.11.9] Os digo que este fruto ya no consta como pecado para vosotros; pero aun así sigue siendo la consecuencia de la triple desobediencia ante Dios, y es la señal de la muerte de vuestra carne que habéis provocado por vuestra avidez en vuestro egoísmo carnal. No debéis desentenderos de este fruto, sino conforme a la Voluntad de lo Alto lo debéis mantener como testimonio sobre vosotros mismos y para vuestra humillación, para que siempre seáis conscientes de que a través de vosotros se introdujo el pecado y a través del pecado se introdujo la muerte en el mundo... Y al fruto mismo lo llamaréis Caín, lo que significa “el que trae la muerte”».

[1.11.10] Las palabras del ángel tranquilizaron a la pareja asustada. Y con las manos que todavía le temblaban, Eva levantó el fruto del suelo y, animada por Adán, dio al pequeño el pecho para que mamara de él la vida terrena.

[1.11.11] El ángel se puso al lado izquierdo de Adán, y Eva con el fruto en su brazo derecho se puso al lado derecho de él, para que su corazón quedara liberado de cualquier carga y siempre fuera dirigido hacia el hombre en cualquiera de los caminos.

[1.11.12] Y así pasaron por toda la Tierra, de manera ejemplar, para inspeccionar todos los lugares y para preparar viviendas y campos para sus futuros descendientes, mediante el Poder y la Fuerza que les habían sido concedidos por el Amor y la gran Gracia de la Misericordia.

[1.11.13] Porque la tierra y todo lo que había sobre ella fue sometido a la voluntad de Adán... el mar y las demás aguas obedecieron fielmente a la menor señal de él y se prestaron respetuosamente para que su señor pudiese andar sobre ellos a voluntad... y desde su superficie hasta en los fondos más profundos, el mar le obedecía... todos los vientos le eran sumisos... y todos los animales en las aguas, sobre la tierra firme y en el aire obedecían a su voz.

[1.11.14] Adán estaba sorprendido por el Poder inherente a él y estaba consciente de la Fuerza que el eterno Amor le había otorgado. Por esto estaba sobremanera contento ante semejante Gracia de lo Alto y dijo a Eva:

[1.11.15] «Eva, mi querida mujer, ve que el Señor del Poder y de la Fuerza nos ha bendecido... ¡Dediquémosle nuestros corazones, para que su Bendición prospere en la Tierra conforme a su gran promesa y para que a través de ti pueda ver la Luz de la Gracia como nuevo habitante de este lugar!».

[1.11.16] Y Eva, llena de humildad y suma alegría, le respondió: «Adán, vea a tu sierva aquí a tus pies, a la espera de la señal de su señor de la Tierra, ¡que se cumpla conmigo tu voluntad!... ¡Toma mi corazón culpable y ofréceselo al Señor!».

[1.11.17] Y Adán se juntó con Eva con toda entrega al Señor, tal como Él lo había dispuesto.

[1.11.18] Y ve, la Bendición venidera se volvió evidente en Eva, y ella y Adán eran muy felices. Entonces el ángel de Jehová se dirigió a la pareja feliz con palabras bien medidas... palabras sobre lo Alto y sobre las profundidades... Y fue el eterno Amor mismo el que habló las palabras siguientes por boca del ángel:

[1.11.19] «Adán, en este gran viaje por la Tierra has tenido muchas experiencias... Has visto sus montañas y sus aguas, y has visto todo lo que existe, crece y se mueve sobre y dentro de ellas... Has visto el gran mamut y todos los animales más pequeños que él, hasta incluso el gusano más pequeño... Has visto al fuerte tiburón y a todos los animales más pequeños que él, hasta incluso a aquellos que habitan en una gota de agua... Has visto a todos los pájaros en los aires entre el águila y el colibrí, y entre este y el mosquito más pequeño... De todos examinaste su fuerza, su utilidad y su aptitud... Y de todo ello puedes deducir la gran medida en que el eterno Amor ha cuidado de ti y de Eva.

[1.11.20] Hablaste a las montañas y los mares, y te respondieron... Dirigiste tu voz al interior de la Tierra y no te faltó la respuesta... Dirigiste tus palabras a los árboles, los arbustos y las plantas, y todos te comunicaron su nombre y su utilidad... Del mismo modo también todos los animales a los que te dirigiste con tu voz propia a ti, te respondieron todos en su manera audible, indicándote hasta qué punto han sido destinados para servirte incondicionalmente... Y los vientos te enseñaron cómo puedes servirte de ellos, conforme a tu voluntad... Y también Eva lo entendió todo.

[1.11.21] Ahora, Adán, sé consciente de que todo esto no es una dádiva como tu vida y como la de la misma Eva, sino de la gran Gracia del Amor que te lo dio como regalo... un regalo que solamente mantendrás mientras conforme a la Voluntad del Padre santo hagas uso sabio de ello... Pero si ante el semblante de Jehová no mantienes tu mente totalmente pura, una tras otra de estas Gracias se disipará del ámbito de tu gran Poder. Por lo tanto sé sabio como lo es el Padre santo más allá de toda Creación.

[1.11.22] Así como tú ahora eres ––y como conforme a la Voluntad del Padre santo y tu propia voluntad también en adelante debes de ser–– así también deben salir todos tus descendientes... y también los descendientes de Eva deben salir tal como ella ahora es ante tus ojos.

[1.11.23] Si alguien no es como tú ahora, todavía mantendrá la dádiva durante cierto tiempo; pero el regalo de la Gracia le será quitado en cuanto ya no sea como tú ahora eres. Incluso los descendientes que salgan como Eva se levantarán sobre los que salen como tú y les serán infieles hasta en las últimas fibras de su existencia... seguirán a los perros, se alimentarán de las inmundicias de las serpientes y amamantarán a sus lactantes con pechos de víboras... Y tus descendientes serán envenenados por ellos y morirán con una muerte física y espiritual amarga en vergüenza eterna.

[1.11.24] Adán y Eva, ¡oíd! Todavía os encontráis en el paraíso, allí, donde el eterno Amor os colocó antes y después de vuestro pecado y antes y después de la destrucción... Pero no olvidéis jamás os olvidarais de cumplir fielmente con las Leyes del Amor y los Mandamientos de la Sabiduría del Padre santo, porque si no seréis despachados de este jardín tan hermoso con esta misma espada llameante, y ya no podréis entrar en él antes del fin de vuestra vida temporal... ni nadie de vuestros descendientes antes de que haya llegado la época de Promisión... Y únicamente después de esta y de la Nueva Creación del Amor que de ella resulte, los hijos de la Redención podrán entrar en el Paraíso.

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