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La Fuerza Curativa de la Luz Solar

Generalidades acerca de la fuerza curativa del sol

[1.1] En este asunto no hay que dar tanta importancia directamente a la medida y el peso, sino a la verdadera fe y la confianza verdadera en Mi, pues sabéis que Yo soy capaz de ahogar a alguien con pocas gotas de agua y a otro, que haya caído en el mar, mantenerlo con vida.

[1.2] En el Método Curativo Solar los medios materiales en sí no tienen ningún efecto más que, bajo las mencionadas circunstancias, atraer los rayos solares dentro de si y retenerlos. Si los medios materiales han servido y correspondido a este fin y en casos de enfermedad son utilizados con el régimen mencionado y las medidas dadas y con la verdadera fe, entonces no fallarán en cuanto a su efecto.

[1.3] Sobretodo es preciso, especialmente por parte del ayudante, una altruista y buena voluntad y una fuerte fe en la fuerza de Mi Nombre, para ayudar con Mi gracia revelada, al enfermo, puesto que del que sufre no siempre se puede esperar una fe completa. Sin embargo, si también el que sufre es plenamente creyente, el medio curativo actuarán con más seguridad y con mayor rapidez.

[1.4] En los tiempos más antiguos, en los que el hombre ya habitaba esta tierra, éste utilizaba el sol cuando se sentía mal físicamente; es decir: su luz y su calor como único medio de curación para la recuperación de su salud.

[1.5] Colocaban a sus enfermos al sol, destapando aquellas partes del cuerpo en las cuales el enfermo sentía algún tipo de debilidad, malestar o dolor y en poco tiempo el enfermo notaba mejora.

[1.6] Si el enfermo padecía del estómago, entonces, después de haber sido expuesta dicha parte al sol, tenía que beber agua pura de una fuente, que a la vez había estado expuesta al sol y pronto se empezaba a sentir mejor.

[1.7] De todas maneras los primeros habitantes de la tierra no bebían agua que no hubiera estado expuesta al sol durante un plazo de tiempo mínimo, de acuerdo a la posibilidad.

[1.8] Fuentes profundas y cubiertas les eran desconocidas, y de un manantial donde la luz solar no tenía posibilidad de entrar, nadie bebía agua, pues también ellos sabían y también veían bien que en tal agua se encontraban seres, a veces incluso malignos. No tomaban de estas aguas hasta que estos seres eran ahuyentados por la luz solar.

[1.9] Ved; en lo hasta ahora mencionado se encuentra una profunda verdad, pues la luz solar lleva, tal como os la podéis imaginar con facilidad, espíritus más puros. Estos espíritus tienen una gran familiaridad con las partes substanciales del alma del hombre. Si con la intervención de tales espíritus puros se le aporta un seguro reforzamiento al alma, entonces el alma, fortalecida, es capaz de combatir con facilidad y rapidez cualquier tipo de debilidad ocasionada, porque la salud del cuerpo depende única y exclusivamente de un alma suficientemente fuerte.

[1.10] Siempre donde aparezca cualquier debilidad en el alma; es decir, en sus partes substanciales, y el alma misma no pueda, siguiendo un camino ordenado, procurarse una fortaleza en las partes debilitadas, se dirige entonces a su propio espíritu nervioso y extrae de éste lo que le falta a ella. A cambio de esto se produce entonces en los nervios, como en unas pilas eléctricas descargadas, una carencia clara de aquel fluido vital, por medio del cual únicamente se puede conservar su tensión correcta.

[1.11] Los nervios, debido a esto, hambrientos, succionan un alimento todavía poco puro de la sangre, y cuando esto sucede se produce de manera muy normal un proceso de vida contrario a la naturaleza de la carne. Como consecuencia de esto pueden surgir múltiples enfermedades según la parte del alma que se haya debilitado.

[1.12] Pero como que en los espíritus puros (Espíritus de la luz solar) se encuentran todas aquellas sustancias del alma de las que consiste el alma misma, es fácil para ésa extraer de ellas aquello que desapareció y que era necesario para mantener su fortaleza. De esta manera vuelve a reconstruir se el antiguo orden (en su espíritu nervioso) y se restablece en los nervios y en la sangre la tensión vital correcta y natural.

[1.13] Precisamente por este motivo, y, además en numerosos sentidos la verdadera homeopatía es preferible a la alopatía. A través de la homeopatía se aporta lo espiritual al alma, aquello que le es familiar a ésta y el alma misma se convierte en el médico de su cuerpo, en caso de haber absorbido algo externo que la haya debilitado.

[1.14] En la alopatía, en cambio, el cuerpo es obligado a volverse primero el médico de su alma. Así, únicamente en cuanto ésta se haya curado a través de un gran sufrimiento del cuerpo, podrá comenzar retrospectivamente con la recuperación del mismo, cosa que es, sin duda, el camino menos adecuado para la recuperación de la plena salud corporal. Es fácil, pues, ver lo larga y difícil que es la reconvalecencia del cuerpo y del alma.

[1.15] Por lo tanto, según esto, la homeopatía es un correcto método de curación. Sin embargo, cabe mencionar y distinguir entre las dos homeopatías existentes:

[1.16] A la primera la llamamos homeopatía específica (justificada por el médico alemán, Samuel Hahnemann), que es evidentemente insegura en cuanto a su éxito se refiere, pues un médico hábil no siempre es capaz de reconocer con certeza dónde y qué partes del alma están debilitadas. Debido a esto no puede emplear y activar lo verdaderamente específico del alma. Un médico, renacido en el espíritu, si puede hacerlo, pero para un médico que aún no ha renacido expiritualmente del todo, como suele ser en la mayoría de los casos, o ni siquiera ha empezado el camino del renacimiento espiritual, es difícil o incluso imposible a pesar de su capacidad de comprensión.

[1.17] Por este motivo es preciso fijarse más en la homeopatía de la segunda clase a la que Yo denomino: homeopatía general para diferenciarla de la primera. Con ésta ningún médico puede fallar, incluso uno de poca habilidad.

[1.18] Precisamente este tipo de homeopatía trata de lo que Yo os predije el 16 de julio de 1851 sobre la fuerza curativa de los rayos solares.

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