Cartas de Jesús |
[1.2] He oído hablar de Ti y de las curaciones que haces sin medicinas ni plantas. Pues se dice que Tú devuelves la vista a los ciegos, que haces andar a los paralíticos, que purificas a los leprosos y expulsas los espíritus impuros y curas a aquellos que sufren de enfermedades crónicas en fin, que resucitas hasta los muertos. [1.3] Después de haber oído estas cosas sobre Ti, he sacado en mí la conclusión que una de las dos cosas tiene que ser cierta: o bien eres Dios descendido del Cielo, — o bien, para cumplir tales cosas, eres al menos un hijo del gran Dios. [1.4] Por lo tanto te ruego, por medio de esta carta, que vengas a mí para curar la enfermedad que tengo. [1.5] También he oído decir que los judíos murmuran contra Ti y quieren causarte daño. Yo tengo una ciudad, sin duda pequeña, pero está bien dispuesta, y para nosotros dos será suficiente. Por consiguiente, mi sumamente estimado amigo Jesús, quédate conmigo en mi ciudad y en mi país. Todo el mundo aquí Te mimará y guardará en su corazón. Te espero con la mayor ansia de mi corazón. [1.6] Enviado por mi fiel servidor Braco. Respuesta de Jesús [1.7] »Abgaro, bienaventurado eres, porque no me has visto y sin embargo — tienes fe. Pues ¡mira!, sobre Mí está escrito, que aquellos que me hubieren visto no creerán en Mí, para que aquellos que no me hubieren visto crean y vivan en la Eternidad. [1.8] Mas respecto a lo que me dices, que vaya hacia ti, porque aquí en el país de Judea seré perseguido, te digo: Es necesario que todo aquello por lo cual he venido mundo se cumpla en Mí, en este lugar, y que Yo mismo al poco tiempo de que todo haya sido cumplido en Mí, ascienda hacia Aquél del cual he venido desde la Eternidad. [1.9] Pero sé paciente en tu leve enfermedad. Tan pronto como Yo haya subido al Cielo te enviaré mi discípulo para que cure tu enfermedad y te de la verdadera salud, a ti y a todos los que estén junto a ti.« [1.10] Escrito por Santiago, un discípulo del Señor Jesús y enviado desde las cercanías de Genezareth por Braco, mensajero del rey. [1.11] Poco tiempo después que Abgaro hubo recibido esta celestial respuesta, sucedió que el primogénito, príncipe heredero de este rey, cayó en una fiebre mortal que los médicos de Edessa dijeron que era incurable. Esto llevó al desdichado Abgaro casi a la desesperación. En su grandísima aflicción escribió nuevamente al buen Salvador. |
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